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Sinopsis

  «…Dígnate indicarme cuándo debo orar por ti, por tus siervos y por tu pueblo, para que las ranas se aparten de ti y de tus casas…» (Éxodo 8:9) ¿Alguna vez has tenido que lidiar con uno de esos problemas que por nada del mundo desaparecen y es inmune a todas las soluciones? Le haces frente desde todos los ángulos y aplicas todos los métodos, pero en lugar de desaparecer más bien se agrandan, se multiplican y quedan fuera de control por completo. La Biblia nos dice que Faraón enfrentó esa clase de problema hace miles de años. Faraón tuvo una disputa muy fuerte con Dios sobre el futuro de los israelitas, y como resultado de esa disputa, se despertó una mañana y descubrió que su país estaba lleno de ranas: ranas viscosas y malolientes saltando por todas partes. Era un problema sumamente serio. No hablo de una rana o dos en el jardín. Había ranas en todas partes. Había ranas en las camas y sobre las mesas. Había ranas viejas y grandes en los hornos, ranas en la masa del pan y en el agua potable, ranas en