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Sinopsis

Eran las 19,30 del 27 de diciembre de 1870. En Madrid caía una espesa nevada. El general se despidió con cortesía de diputados y ministros, cruzó unas tensas palabras con el líder de los republicanos y se dirigió a su coche, una berlina verde de cuatro ruedas tirada por dos caballos que le aguardaba en la puerta del Congreso, con los cristales cerrados para proteger el interior del frío y la tormenta de nieve. El cochero puso en marcha el vehículo en cuanto subieron el general y sus acompañantes: el coronel Moya, que se sentó en la delantera, y su ayudante personal, Nandín, que se acomodó a su lado, en el asiento trasero. La berlina emprendió la ruta habitual, por la calle Marqués de Cubas, hacia el Ministerio de la Guerra (Palacio de Buenavista), donde estaba la residencia presidencial. El general iba tranquilo, intercambiando algunos comentarios con sus hombres de confianza, sin dar muestras de la urgencia que sentía por retirarse pronto a descansar. Estaba tan sumido en sus pensamientos sobre la gran res