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Sinopsis

Hubo una época, hace tres décadas atrás, en la que la Internet era una novedad. El alcance orgánico imperaba. Enviábamos un correo y la gente lo abría. ¡En serio! Aventurarnos en el mundo de Netscape —¿recuerdas a Netscape?— era como salir de viaje sin levantarnos de la butaca. Todo era nuevo. Todo era fresco. Todo era inocente. Pero ese mundo duró muy poco. La inocencia se perdió. Se reemplazó con la codicia. Internet Explorer tomó nuestras máquinas por asalto y comenzó la era de la manipulación del usuario. El mundo del “big data” había comenzado. Detrás llegó Google Ads en el año 2,000 y el alcance orgánico comenzó a desaparecer aceleradamente. La realidad de hoy es muy distinta. Las cosas que hacía Microsoft en el 1995 son un pellizco de ñoco si las comparamos con las que hacen Facebook y Google hoy en día. Todo es de pago. El alcance orgánico se ha reducido a una gotera. En conjunto estas dos megacorporaciones controlan la atención del mundo. Y el que controla la atención, controla el foco y controla la